Todo
ocurre como si el 16 de agosto viniera un diluvio que nos llevará a
todos, y el presidente Leonel Fernández fuera Noé. El único con la
potestad de abrir la puerta del “Arca” para salvar todo aquel que siente
el agua por la barbilla.
Así
se aprecia en cada una de las visitas inaugurales que el presidente
Fernández está haciendo por las diferentes provincias del país.
En
cada una de sus paradas desde tempranas horas comienzan a llegar
humildes ciudadanos con folder, sobres, cartas y papelitos que envuelven
la esperanza de un bienestar a corto plazo.
Esos
humildes, los de abajo, no entienden que el sucesor de Leonel Fernández
es de su mismo partido. Ni de los programas sociales que el entrante
Danilo Medina prometió para con ellos en la campaña. Ni de la
continuidad de poder.
Esos
desafortunados del destino –si el destino existe- no confían en
entregarle sus pedidos a las bellas, esbeltas, hermosas, y atractivas
jóvenes de los “macutos” que en cada actividad recogen las
correspondencias para el presidente. “No. A ellas no. E a Lionel”,
dicen.
Cada
día que pasa sienten que sus esperanzas se acortan. La ansiedad
comienza a apoderarse de todo su ser y el miedo se desapodera de ellos.
Es
entonces cuando se les importa romper el protocolo, imponérseles a la
seguridad y llegar hasta “su” presidente para entregarles folders,
sobres, cartas y papelitos que llevan el pedido de un apartamento, casa,
techo, cama, estufa, tanque de gas, maquina de coser, medicina,
colaboración para operación y muchas cosas mas que para muchos son
nimiedades, pero para quienes las piden son su mundo.
Por
suerte que allá arriba, en tarima, por encima de los hombros de la
seguridad presidencial encuentran la mano del presidente que los tomas,
parece escuchar lo que le dicen y la sonríe.
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